Caso de la vida real de hace muchos años.
Una entidad estaba en proceso de liquidación y solo contaba con seis empleados. En esa época, el efectivo se utilizaba principalmente de manera física (a diferencia de la actualidad, en la cual las transacciones se realizan de manera electrónica). De acuerdo con esto, la cifra más grande de los estados financieros de la institución se encontraba en caja, en la cual había aproximadamente 200 mil dólares, cuya utilización no era muy frecuente. Además, según la contabilidad, ese monto se encontraba en una caja fuerte en la oficina del gerente general, quien era supervisado por los directores de la empresa. En este esquema, la oportunidad residía en el fácil acceso del gerente a los fondos sin pasar por ningún control. A ello se sumó que dicho gerente, en su solicitud de trabajo a otra compañía, se detectó que el historial declaraba que tenía letras protestadas, atrasos de pagos. Siguiendo el modelo del triángulo, se observa que dicha persona cuenta con una necesidad y una oportunidad, a lo cual se añade la racionalización acerca de las consecuencias. Esta persona sabe que, para llegar a la liquidación de la empresa, deben pasar años, por lo que se le ocurre que nadie se va a preocupar por el monto de la caja hasta la completa liquidación -que se realizará unos años después-.
De ese modo, tiene tiempo para reponer lo que eventualmente tome prestado. Al hacer el arqueo de los fondos, dentro de una auditoría sorpresiva, se encontró alrededor de 160 mil dólares. En lugar de
los 40 mil dólares en efectivo faltantes, había vales de los seis empleados, que habían tomado préstamos.
También, se encontró un cheque del propio gerente. Lamentablemente, todos tenían una necesidad, se presentó la oportunidad y tomaron un préstamo que iban a devolver cuando mejoraran su situación económica o cuando se acercara la liquidación final de la compañía. Es posible relacionar el tema del fraude con un juego de azar: uno sigue jugando, pensando que va a ganar, y que así se cubrirán las pérdidas en las que se ha incurrido; sin embargo, eso no sucede: el hueco solo se hace cada vez más grande.
En síntesis, se debe evitar que se cierre el triángulo del fraude. Hay que impedir que las personas que manejan los activos de la empresa tengan la necesidad de cometer fraude, porque si la tienen buscarán la oportunidad. Por último, se debe evitar que piensen que no existen sanciones.
(Fuente: Artículo Fraude Corporativo PUCP - Marco Antonio Saldivar)